miércoles, 23 de abril de 2008

Un poco más de arroz, mi vida…por favor


En el día del escritor o día del libro o de lo que sea escribible

“durante nueve días lo lloraremos, el décimo lo sepultaremos, el undécimo le erigiremos un túmulo y el duodécimo volveremos a pelear”. Muerte de Hector en la Ilíada.

Este sistema y sus arbitrariedades. Un crecimiento ufano del 9% y hasta más, dicen orgullosos los orgullosos. Me daría pena. Preferiría no crecer ningún 9, pero haber palpado una reducción de nuestra pobreza y aún de nuestros penes. Sin embargo, el virus del crecimiento continua con todo “parado” y ahí están los condominios, suntuosos bulevares para los gringos en pantalones cortos que pueden entrar donde quieran mostrando sus piernas kellogs, menos las criollas: ni tiritas ni ombligo afuera, “moles”, más autos de lujo, barriadas Costa del Este, innumerables proyectos de playa tipo Cancún. Y nuestra pogreZa inmutable. Y con que rapidez crece el 20. Mientras el 80 en sala de espera.

El que nos atiende, el Gran Hermano, diciendo venga mañana, en una semana, el otro mes, el otro año, el otro siglo….
Con rostro alcohólico y decadente se asoma trasnochado. Como está, no ve ni árbol ni bosque, sólo un paisaje bonito del Edén, sacado de revistas evangélicas del norte de California. La larga fila de las necesidades le da tres vueltas al edificio de las soluciones, el cual se le ríe en la cara. Es tan difícil llenarle la barriga, darle un techo, hacerle llegar un caño de agua, un cable de luz? Lo es?

Mientras, seguimos pobrezando. Los pobres a rezar hasta que nos llegue la tierra prometida, mientras los ricos se “sacrifican” en este valle de lágrimas (¿El Valle, Boquete?) para que los pobres puedan subir al cielo. Malaya!

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