martes, 1 de marzo de 2011

Poesía de cabeza redonda


Estiro las piernas, pienso en los temas recurrentes de la poesía. Simic es un poeta de la duración de las horas contemplando cómo se cae un grano de maíz de la mesa al piso sucio del restaurante situado en el centro de la ciudad. En una calle recién rociada de ereclipton”, un material para fumigar fondas y comedores populares. Por lo general, ocurre que lo que se premia son esos poemas bonitos, correctos con todavía la marca del modernismo del siglo pasado o del compromiso social. Con los temas de el cielo, la luna, los árboles como si narrar la naturaleza o la enumeración de tópicos tenga que ver con la poesía. Cuando la poesía tiene que ver más con la naturaleza humana: el dolor, la alegría, el miedo, la envidia, el amor, y los acontencimientos del tiempo que transcurre: la web, la soda light, el hotmail y los edificios de apartamentos con techos de gipson, etc. En mi punto, veo la poesía como intrínseco del hombre, no de la naturaleza, que de por sí, es un vehículo que utiliza la poesía para sostener la deformación en que se convierte una hoja, por ejemplo, cayéndole en el pelo a una mujer, y cómo esa caída, la poesía la convierte en un suceso negro, azul o de luz o si no también.

A. Morales Cruz (Texto e Imagen)


Tardío septiembre (Charles Simic)

El camión del correo va por la costa
con una sola carta.
Al final del extenso muelle
una aburrida gaviota levanta de vez en cuando una pata
y luego olvida bajarla.
En el aire se cierne una amenaza
de tragedias por venir.

Ayer en la noche, creíste escuchar la tele
en la casa vecina.
Estabas seguro de que estaban reportando
sobre algún horror nuevo.
Así que saliste para averiguarlo.
Descalzo, con apenas una pantaloneta.
Era tan solo el mar que sonaba cansado
después de tantas vidas
de pretender apresurarse hacia algún lugar
sin lograr jamás llegar a él.

Esta mañana parece domingo.
El cielo hizo su parte
y no proyectó ninguna sombra en la acera
o en la hilera de cabañas vacías.
Entre ellas, una pequeña iglesia
con una docena de tumbas grises arropadas
como si también tuviesen escalofríos.