Inicios de la Cruz Roja |
Matilde de Obarrio
Vallarino, la recordada fundadora de la Cruz Roja Panameña, nació el 13 de
marzo de 1872, en el hogar formado por sus padres, Gabriel de Obarrio y Rita
Vallarino. Tras realizar estudios en Nueva York y París, en 1892 contrajo
matrimonio con Claude Coventry Mallet, cónsul británico en Panamá. A partir de
ese momento emprendió una infatigable carrera humanitaria, en seguimiento de la
cual realizó importantes obras en una época en que la actividad social del
Estado se caracterizaba por su modesto alcance.
La idea de la Cruz Roja
se remonta a 1859, cuando Henri Dunant, empresario, filántropo y activista
social suizo, presenció, durante la batalla de Solferino, el suplicio de miles
de soldados que agonizaban sin recibir atención médica. Aquella escena dantesca
conmovió a Dunant, quien en 1863 fundó el Comité Internacional para el Socorro
de los Heridos, posteriormente denominado Comité Internacional de la Cruz Roja.
Su objetivo principal era atender a los heridos de guerra y aportar algunos elementos
de humanidad a los conflictos bélicos (http://www.ifrc.org/es/nuestra-vision-nuestra-mision/historia/).
Batalla de Solferino |
Antoni Tapies |
Además de su labor en
tiempos de guerra, la Cruz Roja se propuso, desde muy temprano, prestar
asistencia a los damnificados en tiempos de paz. Fue este aspecto de la labor
de la organización el que inspiró, en 1917, la creación de la Cruz Roja
Nacional por Matilde de Obarrio, cuyo marido era ya ministro (embajador) del Reino
Unido en Panamá y a quien por sus servicios a la diplomacia le fue conferida la
Orden de San Miguel y San Jorge por el rey Jorge V. Desde entonces fue conocido
como Sir Claude y su consorte, como Lady Mallet.
CARLOS GUEVARA MANN
Estimados:
Eugene Delacroix |
A morales cruz
Cuando leo estos pasajes de la historia
pre-republicana y republicana del país me queda un sabor a rancio queso
burgués, de los que se brindan y degustan en las elegantes residencias con
amaderados salones tapizados de roble, cristalería y blasones. Sin embargo,
muchas alcobas contarían historias de pasión, con olor a fogón criollo.
Jairo Ll.ardo
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